Disfrutando de un tamalito dulce y un oloroso café de olla con su toque de canela, en una de las típicas mesitas que para ello hay en el corredor de los arcos del centro de Tlalpan, platicaba con una muy querida amiga, por cierto excompañera de trabajo, de cuando fui educadora en un lindo Jardín de Niños de esta demarcación.
Hacíamos recuerdos de lo bien que la pasamos en aquellos tiempos, en que mas que trabajar aquella actividad se convertía en un juego divertido donde solíamos sentirnos felices rodeadas de aquel ambiente infantil.
No podíamos evitar decir entre frase y frase... "No cabe duda que las cosas han cambiado", al momento que nos reíamos y venían a nuestra mente nuevos recuerdos y anécdotas que compartir.
De repente se nos acerca un joven alto y gallardo, sonriente, bien parecido y de una apariencia impecable...
-Perdón que las interrumpa, nos dijo con algo de timidez, pero tengo una pregunta ¿De casualidad no es usted la Maestra Diana?
En ese momento y llena de sorpresa apenas pude reconocer en aquel caballero, al pequeño José que hace mas de treinta años atrás ocupó un lugar en mi aula escolar.
Después de dominar la emoción por aquel inesperado y a la vez agradable encuentro, lo invitamos a conversar y ya podrán imaginarse que sin sentirlo, pasaron las dos horas mas cortas de mi vida... disfrutando de un maravilloso café de olla con Sabor a Tlalpan.
Hacíamos recuerdos de lo bien que la pasamos en aquellos tiempos, en que mas que trabajar aquella actividad se convertía en un juego divertido donde solíamos sentirnos felices rodeadas de aquel ambiente infantil.
No podíamos evitar decir entre frase y frase... "No cabe duda que las cosas han cambiado", al momento que nos reíamos y venían a nuestra mente nuevos recuerdos y anécdotas que compartir.
De repente se nos acerca un joven alto y gallardo, sonriente, bien parecido y de una apariencia impecable...
-Perdón que las interrumpa, nos dijo con algo de timidez, pero tengo una pregunta ¿De casualidad no es usted la Maestra Diana?
En ese momento y llena de sorpresa apenas pude reconocer en aquel caballero, al pequeño José que hace mas de treinta años atrás ocupó un lugar en mi aula escolar.
Después de dominar la emoción por aquel inesperado y a la vez agradable encuentro, lo invitamos a conversar y ya podrán imaginarse que sin sentirlo, pasaron las dos horas mas cortas de mi vida... disfrutando de un maravilloso café de olla con Sabor a Tlalpan.
Diana Reyes
Jubilada En Acción!
No mas de pensar en esos tamalitos mmmm, de verdad que se antojan. Buena nota y se ve que Tlalpan es un lugar muy agradable para vivir.
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